miércoles, 30 de abril de 2008

III. Resultado final: 2º A. 18 - 2º B. 12 . ¿la vida es juego?

Un penetrante timbre nos despertaba del sopor de las clases de matemáticas o de geografía o de todas al tiempo. Llegaba el esperado recreo; un bocadillo de fiambre unos minutos de espera en la cola del servicio de la planta baja para hacer un pis (más o menos) y... al patio. Treinta críos detrás del que llevaba el balón, a la búsqueda de un lugar para jugar. Y jugábamos todos ¿era obligatorio?; de todas las condiciones: altos, bajos, gordos, flacos, asmáticos, lisiados, con bufanda, con abrigo.

Una treintena larga de infelices, desplazándose de un lado a otro del campo -todos a la vez, salvo el portero- con la única preocupación de no perder de vista el balón y a ser posible dar alguna patada a aquel "chupón" (quizá un tal Exoristo, o un tal De la Fuente) al que nunca podíamos quitárselo ¡maldita sea!. Y jugábamos en todas las condiciones: lloviendo, tras una helada, con viento huracanado, nevando, en campos en los que había que saltar entre gruesos cantos rodados de cuarzo, de tamaño parejo al del balón; y se jugaba en campos en pendiente, ora cuesta arriba, ora cuesta abajo, entre piedras, hormigueros, cardos y socavones, con porterías o sin ellas y lo que era más difícil, mordisqueando al mismo tiempo el bollo de pan que ocultaba, huérfanas de ánimo, dos o tres rodajas de chorizo de Pamplona ... , el más nutritivo, el más socorrido. Y jugábamos todos a la vez, todos los cursos, todas las clases.

La impresión era sobrecogedora. Y he tenido ocasión de rememorarla en una reciente visita a la ciudad de Rosario (Argentina) ya que también allí por todos los lados, entre las cloacas más infectas de las "villas miseria" aparecen decenas de semilleros de la primera industria nacional, es decir de "canchas" de fútbol en las que, una auténtica legión de adolescentes perseguían también el mismo balón que nosotros en los años sesenta. Dios,... todo tan lejos y tan cerca al tiempo.

Pero sufríamos cuando aquello daba a su fin, cuando un silbato nos llamaba a "filas" para formar antes de subir ordenadamente a las aulas para reanudar las clases ¡y yo con estos pelos! ¡Los problemas sin hacer o sin copiar! Sufríamos también cuando alguno de los compañeros con bufanda -cualquiera de nosotros- que compartía vecindad con el portero rival, recogía un balón perdido y metía un gol... ¡gilipollas! ese gol no vale,... se lo vamos a decir a Don (siempre había un Don) y probablemente nos enfadábamos todos... y para siempre, es decir, hasta el próximo recreo, con aquella energía que desbordaba por nuestros tiernos trece años. (Nota: Obviamente, yo era de 2° A)

¡Todos somos campeones...!

Algo se alegra en el alma...

Escrita el 28 de abril de 2008

Hola Don Julio:

Después de treinta y tantos años sin saber de ti y de golpe y porrazo, me apareces convertido en Obispo. Desde Sevilla quiero felicitarte y darte mi más sincera enhorabuena por tu nombramiento.
Me voy a presentar; soy de la promoción 66-72 del colegio Rey Fernando de la Uni Laboral de Zamora. Allá­ me conocían por Narváez y era muy amigo de Quique Hernández de Salamanca. Tú fuiste mi profesor de Filosofía en 6º, que por cierto me lo hiciste pasar "canutas".
Tengo un Blog donde estoy colocando todos mis recuerdos de Zamora y los de los demás chavales. Me gustarí­a que nos mandaras un mensaje para todos los que formamos aquel grupo tan especial, por lo menos para mí­.
Un abrazo y ya te contaré mas "cositas " si Monseñor lo ve bien.
Salvador Garcí­a Narváez

Recibida el 30 de abril de 2008

Querido Salvador,
¡Qué alegría recibir tu correo! De pronto, parece que los años se borran y te haces presente en un minuto... Os recuerdo a todos con gran afecto y gratitud. Zamora fue mi escuela y ustedes (¡qué chavales!) mis maestros.
Después la vida se complicó... Y acabé en Ecuador que ya no fue escuela, sino universidad. Y ahora, en la penúltima vuelta de la vida, se me pide este servicio. Reza por mí. Que Jesús y la Santa Madre me sostengan y acompañen y hagan de mí un buen Obispo, capaz de amar y de servir a todos, especialmente a los empobrecidos de esta tierra.
A pesar de que te las hiciera pasar canutas, no sé si aprendiste mucha filosofía... pero se te nota feliz, que no es poco. Ojalá que mi paso por tu vida sirviera para empujar la felicidad, aunque sólo fuera un milímetro.
Te hago presente en mi oración.
Un fuerte y cariñoso abrazo.
Julio


martes, 29 de abril de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo VII

Todo empezó en la víspera...

Los colegios ya habían empezado. Mis paisanos que estudiaban en Granada ya se habían incorporado a sus respectivos centros. Entonces, los más recelosos principiaron a correr la voz de que la “beca” era un camelo. Había en el ambiente un “cachondeíto”;

- ¿Cuándo te vas a estudiar?

Menudo interés había por que yo me fuera a estudiar. ¡Preocuparos de vuestras vidas y de cómo salir de vuestras trampas, y a mí dejadme en paz, que yo no hago a nadie daño! A mí todo eso me resbalaba y yo continuaba tan a gusto disfrutando de los últimos coletazos del verano.

Tanto insistieron que llegó el momento menos deseado por mí. Llegué a casa tarde, como de costumbre, feliz, sucio y harto de haber pisoteado media vega, jugando a ser lo que más me hubiera apetecido: un pirata, un indio, un espadachín de la época gloriosa de la España imperial, un explorador de las tierras vírgenes de África, en fin, todos los héroes que conocíamos cada fin de semana en cualquiera de los dos cines del pueblo, que entusiasmaban las mentes de las gentes de los contornos.

Había en el ambiente un no sé qué anormal; noté que algo se barruntaba; era raro que no estuviera la tele encendida: Todos me miraban con cariño, pero era un cariño triste, no alegre. Mi madre esa noche se mostró más tierna que otras veces que siempre me interrogaba sobre mi tardanza. Mi padre me reveló que la esperada noticia de mi partida había llegado en forma de carta. La famosa notificación de mi incorporación a mi nueva “escuela” era ya un hecho; ya no habría más incrédulos que con una sonrisa socarrona me preguntaran que cuando iba a ser mi partida; ya se había fijado el día y la hora y no habría derecho a ninguna apelación; ni que fuera una ejecución de esas que se ven en las películas americanas y que al reo le dan como último deseo una gran cena. En ese momento a mi me dieron la cena, ya que no sé porqué se me quitaron las ganas de comer y eso que venía con un gran apetito por mi desgaste de toda la tarde corriendo cerro arriba, cerro abajo. La cara es el espejo del alma y pude descubrirlo cuando vi la que tenían mi madre, mi abuela y mi padre. Años después alguien hubiera dicho en esa misma situación “la suerte está echada”.

Él, con más ilusión que ganas y con el escrito en la mano empezó a leerlo y yo sin querer oír palabra, no veía más que moverse los labios temblorosos de mi padre que con los ojos brillantes, a punto de derramar su contenido, leía o releía, no sé cuantas veces lo hizo desde que le entregaron el sobrecito con matasellos de Zamora, hasta que de pronto su voz clara y límpida se estampó en mis tímpanos:

- “El dos de noviembre tienes que estar en Sevilla”. Mañana hablaremos…

¡Quién me iba a mí a decir...!

lunes, 28 de abril de 2008

Noticia de interés.

Don Julio Parrilla es nombrado Obispo

Nuestro hermano Julio Parrilla Díaz ha sido nombrado Obispo de la diócesis de Loja (Ecuador), tal como ha comunicado la Santa Sede en la mañana del 18 de abril de 2008.

Julio Parrilla nació en Ourense (España) en 1946 y desde el año 1971 es hermano del Movimiento Adsis. Ha formado parte de las Comunidades Adsis de Salamanca, Portoviejo, Madrid y Quito. Dentro del Movimiento ha desempeñado diversos servicios, entre ellos los de responsable de la Secretaría General y miembro del Consejero General.

Fue ordenado sacerdote en 1975. Entre 1985 y 1991 fue párroco de Santa Marta de Tormes, en Salamanca (España). En 1992 y 1993 fue responsable de la parroquia de San Ignacio en Portoviejo (Ecuador) y desde 1998 hasta la fecha era párroco de la parroquia Nuestra Señora de Iñaquito, en Quito (Ecuador), siendo al mismo tiempo el coordinador de Cáritas Arquidiocesana de Quito.

Es licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Salesiana de Roma (Italia); en Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia (España); y en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca (España). En Quito ha sido Juez del Tribunal de Apelación y responsable de Pastoral Urbana de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

Todos conocemos su don para acompañar retiros, cursillos y ejercicios espirituales, así como sus numerosos escritos. En los últimos años ha publicado diversos libros de espiritualidad en torno, principalmente, a temas de renovación vocacional: “Hijos y hermanos en torno a Jesús”; “Extiende tu mano”; “Amor extramuros”; “Volver al primer amor”.

(Escrita en la web: Movimiento Adsis)

(Adsis es un movimiento de comunidades cristianas, formado por hombres y mujeres que queremos vivir el Evangelio de Jesús a través de una presencia fraterna y solidaria entre los jóvenes y los pobres).


A día de hoy...

Carta recibida el 28 de abril de 2008

Querido Salva:
¡Me parece fabuloso lo que estás haciendo!

No se si sabrás que desde hace unos años estoy ya de vuelta en España y, en concreto, en mi querida Galicia y mi añorada La Coruña, donde pasé unos años muy entrañables y también, todo hay que decirlo, muy difíciles al principio! Que os voy a decir a vosotros: con 11 años, pantalones cortos y en un internado, separado por primera vez de nuestros padres, al menos ese fue mi caso. Hay una imagen que tengo muy grabada en mi mente, porque fue un poco traumática, y fue ver en la UNI a mi padre cómo se alejaba hacia la salida y yo me quedaba sólo sintiendo como el mundo poco a poco se me venía encima. Una cosa que me ayudó mucho en aquellos momentos fue que Luis Pérez Collazo y su hermano Gerardo estaban también en la UNI. Nos conocíamos de haber ido juntos al famoso colegio, el “Cabezón”, en Vigo (famoso porque el colega, además de tener la cabeza grande, repartía ostias pero de las de verdad). Después fue Luis quien lo pasó mal cuando su hermano Gerardo tuvo que dejar la UNI. Hay que ver como dan vueltas las cosas! Ahora de nuevo en La Coruña! Como sabes soy de O Porriño pero me encanta La Coruña. Siempre digo que (al margen del gen extra que tenemos los gallegos que nos impulsa a emigrar), mi experiencia en la UNI me marcó para toda la vida, pero de una forma positiva. Quizás no hubiera estado 22 años en USA de no haber vivido y superado la experiencia de esos primeros años tan difíciles en la UNI de La Coruña. Creo que nos enseñó, en cierto modo, a sobrevivir. La otra gran consecuencia de mi experiencia en la UNI de La Coruña y Zamora fue que conocí a mi segunda familia, que sois todos vosotros. Es curioso, la semana pasada estuve en el Corte Inglés de La Coruña hablando con Daniel, el hijo de Felix, y realmente siento como si fuese de mi propia familia.

Al margen de lo que haya hecho en mi carrera profesional, para vosotros sigo siendo Chus, uno de los miembros del Duo Maravillas (para los que estuvisteis conmigo en La Coruña), y de los Teenagers (para los que me conocisteis en Zamora). Y como la música es algo que se lleva dentro y nunca se puede dejar a un lado, os envío copia de una canción que compuse hace un par de años en la que canto, doblándome la voz a lo John Lennon, y toco todos los instrumentos. La verdad es que suena a Beatles! La canción se titula Sevilla, se la compuse a mi mujer, Mari Carmen. Podéis abrir el archivo y escuchar la canción con el programa realPlayer. Eduardo, a ver si te animas y nos ponemos a componer música juntos otra vez! Nos podemos juntar aquí en La Coruña o donde residas actualmente. La primera canción que compusimos juntos fue para un festival musical en el pabellón de deportes de la UNI y la verdad es que era un poco cursi y con una gran carga religiosa, porque el guión así lo requería! Creo recordar que nos dieron un premio. La letra empezaba: “Dios a los hombres creó con amor…” Ya os podéis imaginar el resto.

Salva, para que te vayas haciendo con un archivo de fotos, te adjunto copia de una foto de la era Teenagers (“Concierto Monstruo” para recaudar fondos para nuestro viaje, “Paso de Puebla de Sanabria”) (lo del “Paso del Ecuador” era una metáfora). En la foto aparece Eduardo tocando la batería, Ayala la guitarra, Manolo (amigo de Eduardo de Béjar) el bajo, y yo el órgano FARFISA modelo compact de luxe. La canción que estábamos tocando en esos momentos era Looking back de los Buenos. Los que añoréis o sintáis curiosidad por la música de este grupo, podéis oír la cara A del disco titulada, De mi niña, en el link de YouTube: http://es.youtube.com/watch?v=87xZBo4lq7Y&feature=related

y también de la canción, Groovy woovy:

http://es.youtube.com/watch?v=hfVvLu61s50&feature=related
. La canción Looking back todavía no está disponible en YouTube ni tampoco tengo grabación alguna de la misma.

Un fuerte abrazo a todos!

Chus

domingo, 27 de abril de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo VI

Mi primer traslado

Por razones laborales de papá, nos trasladamos toda la familia, incluida mi abuela, a otra residencia sita a 50 kilómetros de la capital. Mi abuela, Mamamaría, que así era como la conocíamos todos , se quedó viuda, con tres hijos, en 1936, sobre el 20 de julio, recién comenzada la Guerra Civil, vivía con nosotros. Mi abuelo Salvador lo fusilaron por ser socialista. Aquel día volvía del campo y desde un camión, un grupo de falangistas le dispararó por ver quien le acertaba; era el juego del tiro al socialista. No lo mataron a la primera y en el mismo camión se lo llevaron a Granada y en las tapias del cemenctrio lo remataron. Así me lo han contado.

El traslado fue en una furgoneta donde cabían todos nuestros bienes, incluidos nosotros. Recuerdo que fui sentado en la parte trasera contemplando por la ventanilla todo lo que íbamos dejando atrás. Con lágrimas en los ojos dije adiós a mi pequeño pueblo y con la mano saludaba a las vecinas que habían ido a despedirnos, que también lloraban y que no entendía el porqué, ya que éramos nosotros los que dejábamos nuestra casa.

No había marcha a tras. Mi “pueblo adoptivo” estaba situado en la depresión que forma el Arroyo del Salar y rodeado de montes lo que me llamó mucho la atención, ya que estaba acostumbrado a la llanura de la vega. El nombre parece que deriva del romance Sall, del latín Sallere (salar) y cuyo significado más concordante sería salebrus "terreno áspero, rudo, de muchos barrancos".

Si mi memoria no me traiciona era por la tarde cuando percibí por primera vez la calle principal. Era una calle larga y ancha que se ensanchaba en una plaza pequeña, que después supe que se conocía coma la “placeta” y continuaba hasta llegar a la plaza donde se sitúan sus monumentos más notables: la iglesia parroquial de Santa Ana del siglo XVIII y su torre árabe del siglo XIII, llamada la torre mora, que servía de protección a sus vecinos y está adosada a la casa palacio de los marqueses de Salar, una construcción del siglo XVI.

La placeta se abría por una calleja muy estrecha y con recovecos y allí se detuvo la furgoneta: era la calle Príncipe; un nombre muy noble y grandilocuente para lo pequeña que era. La casa era enorme, de fachada blanca con una gran puerta de madera oscura y con signos del paso del tiempo, flanqueada por dos ventanales con rejas forjadas en la parte inferior y en la superior con un balcón central y una ventana a cada lado. Acostumbrado a la casita de donde procedíamos era un autentico palacio. Para abrir la puerta se necesitaba una gran llave de hierro que no resultaba fácil ocultar.

Allí estaba mi nuevo universo, un mundo que aceptaba, que llegué a conocer como la palma de mi mano; rodeado de pueblo-gente y campo, mucho campo, con todo lo que representa ser campo: tierra, río, sierra, pájaros... LIBERTAD.

No aspiraba a otra cosa. Era feliz con mi gente, mi pandilla, mis luchas entre los de arriba y los de abajo; entre los niños de bien y los menos agraciados. Era cuestión de conservar el prestigio que otros anteriormente habían logrado. Cada grupo sabía perfectamente quién era y cuál era su sitio. Creo que en aquella época no se podía ser más feliz.

En esto estaba cuando llegó la hora de la partida…

II. Un uniforme para una vida uniforme

Y llegó el uniforme; un breve tránsito por aquella senda que pocos meses después podríamos recorrer con los ojos cerrados con destino en el patio del convento de las clarisas donde nos entregaban el uniforme; uno pantalones de color beige, una cazadora de plástico o escay y punto y unas inmensas botas Segarra duras y duraderas. También un chándal de color azul intenso en el que estaban roturadas nuestras señas de identidad social: UNIVERSIDAD LABORAL, y algunas camisas de color marrón y verde oliva que unificó nuestra naciente personalidad; aquellos irrepetibles doce años…

Recuerdo las primaveras castellanas; el estallido de la vida por todos los rincones, especialmente en el patio, en los campos de fútbol, en los que competíamos con los inmensos cráteres de hormigas que afloraban por doquier. Y aquel olor áspero y penetrante de la arcilla reseca cuarteándose; y los pámpanos de la avenida que conducía al edificio de la Vieja Universidad Laboral donde tras el paseo dominical de dos horas por la ciudad, en filas de dos en fondo, cantábamos el “grave en el aula, duro en el yunque” antes de pasar a una tediosa ceremonia de “exposición del Santísimo” que procedía a aquellos instantes de galletas de coco y mejillón ensartado en palillo que “marcaba” nivel social dentro del enorme grupo, ya que el consumo en el bar no estaba al alcance de todos; y al final el “cine”. Dos horas al Oeste del mundo; del confortable pero limitado mundo en el que nos sumían los padres salesianos.

Y recuerdo también los meses de mayo, cuando cada clase compraba una imagen de la virgen María Auxiliadora, que supongo abrumaríamos con rezos,cánticos y aquellos largos rosarios de la tarde de los sábados que precedían a la ducha semanal y al comienzo del único momento de ocio de la semana. Al final de mes aquella imagen pasaba a engrosar las pertenencias de alguno de los chicos más aplicados del curso, entre los que la mayoría nunca estábamos. Y largas horas de estudio, silenciosas, interminables, imposibles; y al final y por hablar… “Calderón, al rincón y Gabriel vete con él” como muestra de que era muy fácil vivir en el filo de aquel talonario de 100 puntos que, aun siendo poco conflictivo, era fácil ver deshojar; bastaba un cuchicheo con el compañero de litera, alzando la voz por encima de aquellas historias de santos, mártires, huérfanos y desgraciados varios que nos retransmitían por la megafonía de la planta y que ciertamente alienaban y confortaban, ya que era más fácil llorar por las desgracias de los otros, lo que quizá tendríamos que llorar por nuestra propia situación: un miedo paralizante a resultar aludido, a ser sancionado, a ser llamado al orden,… a perder aquella beca que nos habían asegurado era nuestro único asidero para el futuro.

Y había que competir; había que competir con las limitaciones personales en rendimiento académico y con todos los demás, bondad para poder sobrevivir. Un año perdí 10 puntos porque un cura diminuto al que llamábamos “fray milímetro” me arrancó 8 de una sola vez. Supongo que me asustaría, pleno de desdicha, por verme próximo a la “nevera” que ya por aquel entonces visitaba el compañero Varela antes de que, tras un incidente en el patio, otro cura, supongo que Don Félix, le arrancara los dos últimos puntos que ponían su vida rumbo a la casa paterna… aquel lugar, libre de la tiranía de los horarios y rutinas, pero también lejano y ajeno que visitábamos en las vacaciones.

sábado, 26 de abril de 2008

Compañero y camarada...

Carta escrita el 23 de septiembre de 2000
Queridos compañeros:

Soy "Guisa" y desde que recibí la llamada telefónica de Manolo le estoy dando un lavado a mi cerebro con centrifugado. Los recuerdos se me amontonan aunque hay algunos que no logro aclarar. Hay nombres y caras que nada más pensar en ellos me vienen con claridad a mi mente, como a Carlos Labay, Rada, Narváez, Collazo, Pulido, Crespo, Ayala, etc. Supongo que conmigo os pasará lo mismo. Intentaré mandaros una foto antigua y otra actual.
Para empezar contad conmigo para junio de 2001. Os mando un pequeño resumen de mi vida para que este lapsus de tiempo se llene con algo. Suspendí el grupo de Religión de la reválida de 6º (desde entonces soy ateo y rojo), hice COU en Lugo y estudié Medicina en Santiago, especializándome en Epidemiología y en Medicina del Trabajo. Como epidemiólogo realizo trabajos esporádicos ya que en donde estamos hay pocas epidemias. Trabajé en Ferrol y Oviedo estando actualmente en un servicio de prevencio de una empresa americana de producción de alumino.
Estoy felizmente casado, tengo dos hijas que me vuelven loco y dos perros que me adoran.
Hace cuatro años pasé por Zamora por motivos de trabajo y visité nuestro "querido" colegio Rey Fernando y al pisar su suelo me emocioné. También visité su campo de deportes.
Recibir un fuerte abrazo.
Guisasola ( Eduardo)
Camarada, va por ti...

viernes, 25 de abril de 2008

Allende los mares...

Carta escrita el 10 de septiembre de 2000

Felicidades amigo Chus:

Te felicito por tu extraordinaria carrera. Estoy orgulloso de haber compartido contigo penas y alegrías. ¿Qué quién soy? Estuvimos juntos en la Laboral de Zamora. Mi nombre es Salvador pero a ti te sonará más mi apellido: Narváez. Vivo en Sevilla, donde tienes tu casa para lo que mandes. Manolo Prieto me llamó y estoy deseando que llegue junio para volver a abrazarnos. Un fuerte abrazo.

Salvador

Contestada el 11 de septiembre de 2000

Querido Salvador:

Gracias por tu e-mail. ¡No puedes imaginar la alegría que me acabas de dar! Quiero que sepas que tu cara, así como la de otros compañeros de la Laboral, la llevo siempre conmigo como si fueses parte de mi familia. Eso sí, como me pasó con Manolo y Frontera cuando nos reunimos en Vigo el pasado mes de mayo, puede que no te reconozca a la primera, ya que esa cara que recordamos corresponde a hace unos treinta años y por muy bien que nos conservemos, siempre cambiamos un poco. Los que no cambiaron casi nada fueron Velo, Crespo, Brea, Collazo, Remesal y Barreiro. Imagínate, Frontera era un chavalito cuando acabamos el COU y de repente lo ves mucho más alto y con barba. Manolo está de cara igual lo que pasa es que puso unos cuantos “kilitos” que está perdiendo ahora, pues lo he puesto a dieta.

Te prometo que si voy por Sevilla te llamo. Si tú vienes a USA, no dudes en ponerte en contacto conmigo.

Un fuerte abrazo

Chus

Mejor recordar con música

Nuestras canciones

Looking out my backdoor
Have you ever seen the rain
Who 'll stop the rain
Let it be
Something

Sargent Pepper's
Bohemian Rhapsody


jueves, 24 de abril de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo V

Mi pueblo natal año 2003

Sí, estaba en mi reino, un reino llamado pueblo…

Mi pueblo, bueno, en realidad no era mi pueblo, lo cogí fiado y lo hice mío, como quien tiene un tesoro compartido y presume de que sólo es de él. A lo que iba, a mi me parieron en un pueblecito de la vega granadina a dieciocho kilómetro de la capital del reino nazarí, de apenas trescientos habitantes; era, y sigue siendo, un pueblo eminentemente agrícola, que sobrevivía alrededor de un gran cortijo que regentaba una familia de terratenientes de las muchas que por entonces abundaba por la Andalucía de los años cincuenta. No tiene mucha historia; su nombre procede de Zujuela (Al-Siyula ) que significa “pequeña llanura” en árabe. En el siglo XV se cree que fue residencia de Ceti Haxa, hermana del rey Boabdil, como lo llamaban los castellanos, aunque su verdadero nombre era Abu Adb Allah. Existen documentos de 1492, de cuando la toma de Granada por los Reyes Católicos, en los cuales se cita el camino que va a Cijuela, donde había una alquería frecuentada por la nobleza del Reino Nazarí. En su término llegó a haber dos altas torres defensivas: la del Bordonat y la de Cijuela, de las que no quedan restos. El origen de Cijuela es árabe y aunque no esté probado, el fundador del Reino de Granada, el rey Alhamar, pudo dirigir desde este lugar la recuperación de los sistemas de riego y canales construidos por Al-Haken II en el siglo X y ampliados por Yusuf I en el XI.

Tras la mal llamada Reconquista, pues el reino de Granada jamás perteneció a Castilla, fue vendida al primer alcalde de Santa Fe, don Francisco de Bobadilla y posteriormente fue traspasada al Duque de Abrantes, descendiente del Marqués de Portago, quien a su vez las vendió a D. José Vilchez Gómez para después pasar a manos de los campesinos descendientes de los habitantes de los cortijos del Boldonar que era como se conocía al municipio en los años previos a su constitución como tal, en 1872.

Es un pueblo de vías anchas y el trazado de sus calles es rectilíneo, en la mayoría de ellas; sus casas son de una planta, y las de las familias más pudientes, dos, teniendo todas un corral en la parte postarior para uso agrícola y ganadero. En él solía haber un gallinero que surtía de huevos a sus dueños y también era frecuente una zahurda o "corraleta" donde se engordaba a uno o a varios cochinos, que en diciembre eran sacrificados en una solemne matanza en la que participaba toda la familia y grupos de amigos.

Su calle principal enlaza con la carretera que une Granada con Málaga y Sevilla mediante un paseo llamado carrera, de unos doscientos metros, limitado por árboles, a un lado y al otro un gran brazal o canal, y visitado asiduamente por los jóvenes del lugar para entablar relaciones con vistas a formar una familia o simplemente pasar la tarde en compañía. Hoy en día las viviendas llegan hasta la misma autovía.

Reflejo de aquellos pueblos de la España rural...

miércoles, 23 de abril de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo IV

Mis amigos del pueblo antes del ULZ

Eran aquellos años difíciles en que estudiar sólo lo hacían los poderosos, los hijos de las familias pudientes y la mía no estaba en esa lista. ¿Quién me apuntó con el dedo de la fortuna? Yo era un simple niño pueblerino; no era nadie, o mejor dicho, era el hijo de un trabajador que se rompía el espinazo para poder llegar a fin de mes y que insistentemente me instaba a estudiar para “ser alguien” para no seguir los pasos de él. “Ser alguien”, acaso ¿yo no era ya alguien? Era un niño de pueblo; de un pueblo andaluz, marcado por el pasado, por la resignación. Era un ingenuo que sólo quería seguir siendo de pueblo; sí sólo de pueblo, tal vez por miedo a lo desconocido; por miedo a dejar de ser un inocente niño y pasar a ser un joven con responsabilidades de adulto; dar ese paso costaba y no quería semejarme a esos niños que en sus tribus africanas tenían que realizar las famosas pruebas para demostrar que ya eran adultos y soportar la responsabilidad de ser aceptado como un guerrero adulto con capacidad para dar su vida si fuere necesario. De tantos niños como había en el pueblo, ¿porqué a mí? En mi interior sabía que desde ese momento ya no sería el mismo, sería como esa amiga de la infancia, esa compañera de juegos fantasiosos: jugar a las casitas, jugar a ser artistas, cantantes, hacer los deberes de la escuela… y de un día para otro, dejó de estar conmigo, dejó de ser niña, pasó al mundo de los mayores… se hizo mujer, también, sin haberle preguntado a ella, si quería dar ese paso de niña a mujer. Cosas de la vida nos decían los mayores, y yo me cuestionaba si la vida tenía que ser tan infame como para usurpar a dos niños su divina simplicidad.

lunes, 21 de abril de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo III

Cuando mi padre me dio la noticia de que me habían concedido una beca para estudiar, me entusiasmé, más por él que por mí; yo no era consciente de la envergadura de la noticia y de lo que desde aquel momento iba a iniciar. Todos estábamos contentos; era la alegría o el privilegio de ser el único del pueblo que podía presumir de tal privilegio. Pronto, todo el pueblo estaba al corriente de mi proeza. Allá donde iba, era felicitado y los más incrédulos me sonsacaban como queriendo atraparme en la mentira de algo que me había fantaseado. Algún tiempo después supe que esto era el deporte nacional, es decir, la envidia que principiaba a corroer las mentes de mis paisanos y que sin importarles los efectos que podrían generar en mi vida se hubieran cambiado por mí, por tal de ser ellos los favorecidos, los primeros.

Sí, ¡me habían concedido una beca para irme a Zamora! Tuve que ir a consultar en un atlas de España para ver dónde diablos estaba la susodicha Zamora. ¿Qué había hecho yo para merecer semejante correctivo? ¿Quién me había distinguido con parecida honra? Dentro de mí empezó a geminar una semilla, diminuta como un grano de mostaza, como un embrión que empezaba a dividirse para ir haciéndose cada día más grande y fuera una parte del todo que se completaría con otras semillas que ya habían sido esparcidas a lo largo del territorio nacional. Ya comenzaba a formar parte del gran árbol de mi vida, esa rama llamada ULZ 66-72.

Por aquellos tiempos la vida de un niño de 11 años, en el pueblo, en cualquier pueblo de la España de los años sesenta, transcurría sin sobresaltos; sin ser adivino, se podría decir a ciencia cierta, lo que sucedería a la semana siguiente de la que se estaba viviendo. Todos los días, prácticamente, se repetían como gotas de agua; se vivía instalado en la rutina y sólo se rompía con noticias como la de obtener una beca para estudiar fuera, en cualquier ciudad, no importaba dónde, con tal de salir del “maldito” pueblo sin vida y muerto por el ostracismo, - se les oía decir a los mayores - , donde las personas fueran más libres, más que nada, por tener otras posibilidades, para elegir aquello que más deseaban. Se emigraba a Barcelona, a Alemania, a Francia, para trabajar pero no para estudiar. Una noticia así corría de boca en boca y trastocaba cualquier tertulia de taberna, corrillo de beatas o comentarios en el tajo.

domingo, 20 de abril de 2008

Mal rayo me parta si acabando esta carta...

Carta escrita el 9 de septiembre de 2000.

Querido Salvador:

¡Me alegré tanto de que me llamaras! Creo que la experiencia de haber vivido aquellos años juntos en la "Uni" ha marcado gran parte de nuestra existencia. En muchas ocasiones de mi vida se establece una referencia implícita a nuestra estancia en Zamora. Quiero decir que estando tan lejos, a treinta y un años vista, forma parte de nuestro presente, aunque sea en proporciones mínimas.

Por otra parte , las sensaciones de amistad entre nosotros, la unión y el aprecio que nos unía, la piña que formábamos, quizás un tanto idealizado con el paso del tiempo, siempre ha tenido un recuerdo grato en mi memoria. No por ello he olvidado algunos hechos protagonizados por "determinados sacerdotes de la comunidad salesiana ("la muerte de Quintanilla al caer desde un segundo piso mientras trabajaba como peón de albañil al ser expulsado del colegio por mal comportamiento" , pretendía que sirviera de ejemplo y de escarnio). No quiero alargarme en este aspecto, que ya tendremos tiempo de comentar. de todas formas la edad hace que algunas cosas las juzgues más duramente. Aspectos positivos de Don julio, Don Ángel, Cabra loca,... tampoco podría olvidarlos. Por cierto, ¿no se sabe nada de ellos?

El jueves me llamó Manolo Prieto. Estupendo. Demasiados meses de espera hasta junio. Estoy desando volver a veros.
Un fuerte abrazo

Carlos.

Respuesta mia un día después.

Querido Carlos:

A veces las personas tenemos ese punto de miedo al qué dirán, que dejamos de actuar siguiendo a nuestro corazón. ¡Si tu supieras la de veces que he estado con tu nombre en mis labios! Pero por no saber como ibas a reaccionar, dejaba mi pensamiento a un lado. Y así con ese tira y afloja pasaron treinta dichosos años que nunca volveremos a recuperar.

Que razón tienes al decir que estamos marcados y yo puedo añadir que cuando llegamos a la Uni nos sellaron como a los becerros que vemos en las "pelis" de vaqueros y sino mírate el muslo y veras la marca. La iniciativa de volver a juntarnos que Manolo ha tenido me parece super- acertada y sin pensarlo dos veces me he puesto a colaborar con él para encontrar a los "compis" por esas tierras de Dios.

Creo que conforme nos vamos haciendo “viejos “ nuestros recuerdos infantiles se nos hacen más presentes y aquellos años vividos en Zamora fueron de una experiencia enriquecedora para nosotros, extraordinaria. Pienso que si nos psicoanalizaran todos coincidiríamos en el día en que nos arrancaron de las manos de nuestros padres, nos metieron en un bus y... Lo demás lo pones tú.

No se puede vivir el presente sin contar con el pasado y eso te lo digo por propia experiencia. Somos de una generación formada a fuerza de lágrimas, sufrimientos, noches de pesadillas y miedos, voluntad y sobre todo compañerismo. Creo que nadie mejor que nosotros entiende los que eso significa. El lema de los tres mosqueteros “ todos para uno y uno para todos” lo podemos hacer nuestro.

Bueno, que ya está bien de tanta filosofía y zarandajas. A ti ¿cómo te va la vida? Por lo que veo se cumplió lo que deseabas: ser médico. Yo estoy contento con mi trabajo; El mundo de la educación siempre me gustó y en el insti estoy más que satisfecho. Hay momentos buenos y malos, ya que los alumnos son también buenos y malos. Mi vida familiar está llena de satisfacciones y tengo dos hijos maravillosos.

Ya te contaré más de mi vida; no quiero abusar de ti en mi primer “emilio”.
Recibe un fuerte abrazo.

Salvador

PD: Localicé a Enrique Hernández Alonso. Vive en Cabrerizos (Salamanca)

I. Forja de hombres, un temple nuevo...

BREVE CRÓNICA DE UNA LARGA NOCHE.
Llegamos. Yo venía en una expedición de Bilbao en la que no conocía a nadie con una bolsa azul marino de Lutfhansa colgada al hombro con un cepillo de dientes y un tubo de Profidén. Tan sólo recuerdo haber empezado a hacer amistad con otro desconcertado y larguirucho compañero, Juan José Undabarrena Urdinguio. Pero la amistad era alfabética e idiomática y yo recalé en la clase A; porque me apellido Calderón y porque cuando un cura con sotana, joven y con gafas nos
preguntó qué idioma queríamos cursar en 2º de Bachillerato, yo dije inglés y… ¡aún no sé porqué!, y tomé conciencia de uqe éramos una sociedad clasista, es decir de la clase A, o B… etc.; y empecé a sentir que pertenecía a un grupo de desdichados como yo, recién abandonados los brazos de nuestros llorosos padres al pie de un autobús; ¡hijo, come y estudia, y estudia, y estudia!

Y al llegar… aquella impresión del desorden, todo revuelto, todo el mundo de un lado para otro. Los que habían llegado primero se referían ya al nuevo espacio con la complicidad del veterano que tanto deslumbraba a quienes acabábamos de llegar y que tan pobrecillos nos hacía sentir. Y llovía, Dios… como llovía; el camino estaba embarrado y en un orden que no recuerdo – quizá por cursos, o por procedencia… ¡vamos a ver si no nos ponemos nerviosos, niños, los de Madrid, aquí, en esta fila!, el caso es que acabamos en el teatro de lo que empezamos a llamar la Uni Vieja, viendo una película en blanco y negro, de terror, de la que recuerdo tan sólo una locomotora, un accidente… no sé. Y el NODO, siempre el NODO que supongo nos harían seguir con silencio y veneración en aquellos años de ortodoxia extrema del Régimen.

Tampoco recuerdo si estaba viendo la película o pensando en otras cosas, especialmente en qué vendría después, o en cómo se llamaría aquel niño que habían colocado a mi lado. Todo desconocido; una rutina por hacer, una vida por descubrir. Supongo que nos darían algo de cenar en aquel largo comedor de mesas hexagonales de formica que ahora nos parecerá espontáneamente pequeño, porque el siguiente recuerdo amargo me lleva a la habitación la primera noche… creo que era la planta octava. Me asignaron la última habitación del pasillo a la derecha, algunas lágrimas de rabia y una insistente pregunta en la cabeza ¿qué hacía yo allí? Todavía miro inconscientemente aquella ventana cuando vuelvo por Zamora; y aquel olor de las cosas nuevas recién estrenadas; la goma espuma de la almohada –creo que llevaré siempre aquel olor en la memoria- porque ciertamente nos persiguió durante los seis años de nuestra vida que pasamos juntos; como el número 541 que encontraba en todas las cosas, en mis calcetines, en la camiseta, en la camisa… Tiempos de penuria y… las cosas en singular como era de rigor.

No recuerdo el nombre de los compañeros de aquella noche. Cambiamos tantas veces de habitación en seis años que resulta difícil acercar tanto los recuerdos al presente. Puede que coincidiese aquella primera noche con José Antonio Cámara de Juan, un niño regordete, y con José Carmona, de los que recuerdo haberme hecho bastante amigo. Con aquella amistad de los doce años y pantalón corto. Leal, cómplice en el desamparo en el que empezábamos a vivir todos, aquel otoño zamorano, frío… terriblemente frío, y aquel invierno en el que probablemente vi mi primera nevada.

Empiezo a oír un pertinaz silbato, una llamada a filas; ¡alinearse!, brazo derecho sobre el hombro del compañero; y yo que era todavía de los más altos de la fila (luego me quedé tal que así) tuve durante algunos meses el privilegio de veros a casi todos romper filas antes que yo…, grave en el aula, duro en el yunque, gritando va el corazón, mañana soy yo. Ya estábamos allí. Yo vine en una expedición de Bilbao en la que no conocía a nadie, con una bolsa azul marino de Lutfhansa colgada al hombro con un cepillo de dientes y un tubo de Profidén.

Dedicada a todos los que sufrimos aquel largo viaje

Reminiscencias del pasado. Capítulo II

Trabajando en el ordenador

Un día de otoño sonó el teléfono en casa, mientras trabajaba y como un autómata cogí el auricular sin ni siquiera mirar qué número había en la pequeña pantalla del Terminal Domo de Telefónica; siempre tenía la curiosidad de mirar con el rabillo del ojo el número por si acaso no me gustaba el interlocutor ignorar la llamada, sin más me dispuse a contestar.

- Dígame – dije como un androide programado para eso.

- Buenas noches. ¿Es usted don Salvador García Narváez? – se oyó al otro lado del cable telefónico, como quién busca información para ampliar una lista de posibles clientes de cualquier compañía telefónica.

- ¿Quién quiere saberlo? – contesté de forma muy indiferente.

- ¿No te acuerdas de Manolo Prieto? - dijo mi escucha sin inmutarse y tuteándome.

En mi profesión he conocido a algún que otro Manolo Prieto. Es un nombre bastante corriente. Con tantos alumnos que han pasado por mis manos, seguro que hay algún Manolo Prieto. Sin darle demasiada importancia le dejé ver que tal vez, pero que en esos instantes no me venía a la mente ninguna imagen que pudiera asociar al dichoso nombrecito.

Entonces notó mi desinterés por el tema y cambiando de estrategia; pasó directamente al ataque.

- ¿Tú has estado en la Universidad Laboral de Zamora? - me espetó.

Esas palabras fueron directas al corazón y como flechas envenenadas se clavaron tan fuertemente en él que sentí un gran escalofrío. ¡Touché! No dudé ni un segundo de que me conocía y que su llamada tenía un motivo bien claro.

- ¿Te acuerdas de un chico que le llamaban “El Zamorano”? - me dijo.

No tuvo que darme más pistas. Desde aquel instante todo volvió a tener sentido para mí.
Fue como en una película que vi hace bastante tiempo, donde a algunas personas a través de una llamada de teléfono las despertaban y empezaban a realizar las tareas para las que habían sido entrenadas en la Rusia de la guerra fría. Su memoria se activaba y ya no podían parar de hacer lo que tenían que hacer. Eran espías o terroristas preparados para sabotear objetivos americanos.

Manolo era un chico muy extrovertido, sin complejos y siempre estaba dispuesto a echar una mano a cualquier compañero que lo necesitara; de risa fácil, caía bien a todo el mundo y le gustaba contar chistes, a ser posible “verdes”. De pelo oscuro, con un flequillo redondo que le tapaba toda la frente y unas gafas grandes y oscuras. Tenía la piel entre blanca y rosa. Poco deportista, le gustaban los Beatles, como a casi todos los jóvenes de la época.

A mi también se me activó mi trozo de cerebro dormido. Todo se me agolpaba de repente y un sin fin de preguntas se me escaparon como un torbellino, sin control; quería saber tantas cosas… Ni que decir tiene que estuvimos conversando largo rato y que podíamos haber estado una eternidad.

Como dice Pavarotti, que nadie duerma en esta noche...

sábado, 19 de abril de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo I

Son las 10h.45 de una noche marcada por los efectos del pasado. Fuera hace frío y de vez en cuando se oye en la lejanía del cielo sevillano un ruido semejante a un trueno; coincidencia o no, en mi interior también siento frío y me estremezco pensando en lo que voy a emprender: un largo camino hacia la inmortalidad. No me preocupa en absoluto el destino que vaya a tener este testimonio. Aquí derramaré mi vida y abriré el baúl de mis recuerdos, mostraré la parte de mi existencia que con tanto sigilo he mantenido en secreto, no por temor a desnudar mi alma, sino más bien por pura estrategia de defensa o supervivencia. No me avergüenzo de lo que fui, un laboral forjado en la España franquista, un luchador por los derechos civiles, la igualdad y el respeto a las normas de convivencia. Si me dieran la oportunidad de cambiar mi pasado, tal vez no lo haría, soy lo que soy y con ello tengo que vivir el resto de mi vida. El futuro es otro asunto. Tengo la mente bastante fosilizada y a veces sufro espejismos no muy diáfanos, como si mi cerebro estuviera rodeado de una espesa telaraña.

Todo es empezar. No hace mucho leí en un almanaque de frases un aforismo que hago mío: “Lo importante no es empezar, sino continuar”. No ambiciono que estas palabras mías lleguen a conocer la luz algún día; mi única finalidad es tener la posibilidad de llegar a conocerme mejor: conocer mis orígenes, mejorar mi presente y si se puede, procurar que me asistan a la hora de plantearme el futuro de una forma más esperanzadora.

Desde que llegué a Sevilla, mi vida transcurría dulcemente sumergida en mi trabajo y mi familia. Mis dudas existenciales las tenía más o menos resueltas y mi compromiso social se limitaba a colaborar con mi Hermandad en los asuntos que se me había encomendado. Dormía con la conciencia tranquila de haber realizado mi trabajo dentro de los límites que la sociedad me insinuaba. Del presente no me podía quejar. Aceptable y aceptado; era considerado por mi entorno y amigo de mis amigos, sin lugar a dudas. No tenía por costumbre referir nada de mi pasado sino me inquirían. Algo tenía en mi memoria que no dejaba mostrar ninguna conjetura de recuerdo.

Hablando de la niñez, tengo reminiscencias lejanas de mi infancia; sin demasiada dificultad, puedo percibirme con tres años y parece que fue ayer, llego a conmemorar acontecimientos hasta la edad de los once años, pero a partir de ahí, mis recuerdos sufren una especie de desvanecimiento que a veces no sé cuando es algo tangible o cuando es fruto de la imaginación. Este fenómeno es llamado por los psicólogos “trauma”. Mi mente no quiere revelar acontecimientos que sólo ella conoce.

A menudo me he despertado empapado en sudor frío y siempre con un sueño fijo: los recuerdos de un pasado que me marcó para siempre. Sin querer mi subconsciente vuelve siempre al mismo lugar. Estoy rodeado de chicos que me tienden la mano y me hacen sonreír. Con ellos estoy a salvo. Cuando me despierto rara vez recuerdo lo soñado. Siempre que estoy inquieto por algo, sueño con lo mismo.

Un día de otoño sonó el teléfono...
Las pequeñas cosas de la memoria nunca mueren...

jueves, 17 de abril de 2008

Toda una época

En aquella existencia cerrada y colegial se establecerían camaraderías perdurables que transcurrieron entre paradas gimnásticas, horas de estudio, prácticas de taller y misa diaria. (J. Narbaiza)

Universidad Laboral de Zamora. Colegio Rey Fernando.

25 años del adiós a los Salesianos en la Laboral. El centro educativo zamorano inició su proceso de desintegración en 1980 con la despedida de la orden que lo dirigió desde 1952.

Han pasado ya veinticinco años desde aquel verano de 1980 en el que dejaban la Universidad Laboral de Zamora los Padres Salesianos y con ellos comenzaba a extinguirse un modelo de institución educativa ejemplar que se desarrolló durante los últimos años del Franquismo y que la Transición Democrática termino por agotar. Ayer mismo se reunían en el antiguo edificio Rey Fernando los miembros de aquella última promoción del BUP que cursaron sus estudios bajo la tutela de la orden salesiana, para revivir los cuatro años que permanecieron en Zamora (76-80), cerca de doscientos alumnos procedentes de casi todas las comunidades autónomas.

Las Universidades Laborales se crean a comienzos de los años 50 del pasado siglo como una fórmula para ofrecer una formación educativa a las clases más desfavorecidas económicamente y para paliar la escasez de centros educativos en el medio rural.
Así nacía una red de centros repartidos por todo el territorio nacional que si en un principio se orientaron hacia las especialidades de formación profesional hasta el nivel universitario, luego impartirían también el Bachillerato. En este contexto se pone en marcha en 1966 el edificio Rey Fernando, una década después de que la Fundación San José se convirtiese en Universidad Laboral.

El concepto que haba impuesto Moya para construir en estilo escurialense el edificio Don Bosco, se cambió por completo con el racionalismo contructivista del Rey Fernando, un centro ordenado horizontalmente en dos alas destinadas a las actividades lectivas, y un cuerpo central de diez pisos de altura donde se ubicaran la residencias. Todo el conjunto se completaba con una serie de instalaciones deportivas periféricas. Porque la Universidad Laboral llevaba lejos una idea de educación muy avanzada para aquellos tiempos y que, desgraciadamente, no ha podido todavía volver a igualarse, al menos en cuanto a medios. El alumno de la Uni disponía de todo lo necesario para llevar a cabo sus estudios, el centro abonaba los viajes desde su lugar de residencia, la manutención durante todo el curso, gastos de residencia, la equipación deportiva, material didáctico, etc. Los alumnos contaban con una moderna residencia en la que disponían de todo tipo de comodidades: habitaciones dobles en los cursos superiores, amplios comedores, salas de estar, etc.

Además la tradicional actividad en el aula se complementaba con un serie de medios que entonces hacan de la Laboral un centro de lite al contar con diversos laboratorios de Física y Química, Electricidad, Idiomas, Música, talleres, etc.
La enseñanza reglada se completaba con todo tipo de actividades extraescolares: desde el deporte (las excursiones a la nieve con todo el material necesario para esquiar eran habituales durante todo el invierno), hasta teatro, música -el alumno disponía incluso de instrumental para formar grupos de rock-, fotografía,... Cualquier actividad que se propusiese era puesta en práctica.
Los alumnos de las Universidades Laborales eran, sin duda, los grandes privilegiados en aquel sistema educativo del Franquismo, y tal vez por ello resulta más sorprendente la adaptación que lograron a la Democracia. Los salesianos, en sus cuatro últimos años, los que fueron desde la muerte de Franco hasta el "23 de febrero", a grandes rasgos, dieron ejemplo de como una orden religiosa podía adaptarse a los nuevos tiempos.

Aquella última promoción entró en el centro pocos meses después de la muerte de Franco, y ya entonces, por ejemplo, la obra de teatro que ensayaba el curso de COU era "La Nausea" de Sartre, y en el Festival de la Canción de la Inmaculada ya se entonaba canción protesta.
Nunca intentaron aquellos curas imponer por la fuerza sus principios religiosos porque el alumno contaba ya con libertad para decidir, con el consentimiento de sus padres, si quería o no participar en los cultos que seguían fielmente las directrices del Concilio Vaticano II, tan olvidado veinticinco años después.
La democracia no quiso que aquel sistema modélico continuase funcionando. Ya en 1979-80, el gobierno de turno decida suprimir las becas de que disfrutaban los alumnos, lo que provocó la primera huelga en el centro, promovida por esta promoción que entonces cursaba ya COU. Aquella medida de fuerza permitió que los alumnos de las laborales pudiesen continuar sus estudios en la universidad si no con las becas anteriores, si con las que ofrecía el Ministerio de Educación.

El convenio entre la orden salesiana y el Ministerio de Educación no se renovaría y los curas dejaron la dirección del centro, aunque conservarían la parroquia de María Auxiliadora donde continúan manteniendo su presencia en la ciudad.
No fue, como se ha afirmado en muchos escritos, la marcha de los salesianos la causa de la desaparición de aquel concepto de centro educativo porque los profesores del MEC llegados de otras laborales del país, mantuvieron un magnífico nivel de gestión del CEI -la nueva denominación que adoptó y, en concreto, del internado.
Pero la decisión política estaba adoptada y curso tras curso, los medios con que se dotaba al centro fueron decreciendo, las plazas de internado cada curso eran recortadas, el personal fue reconvertido, y hoy en día, nada queda de aquella Universidad Laboral.

(Escrito por Manuel López en la Opinión de Zamora, octubre de 2005)

Érase una vez un niño...

"Colegio Rey Fernando" (1968)

(año 2007)

"No había amanecido todavía cuando entrábamos por el viejo puente de hierro sobre el río Duero, que daba paso a los arrabales zamoranos de la carretera que iba a Salamanca; casualmente, unas horas después habíamos dejado otro puente de hierro a la salida de Sevilla, muy parecido, y, entonces, el corazón me dio un pequeño vuelco, como si hubiésemos vuelto otra vez a la ciudad que nos vio salir al atardecer.
La vieja ciudad de Zamora estaba iluminada por viejas farolas y su aspecto tenía sabor a pueblo grande; las calles estaban aún desiertas y la travesía por la ciudad fue rápida. Saliendo del puente subimos una pequeña cuestecilla que daba a una gran avenida que tomándola a la derecha nos conducía inevitablemente a nuestro destino.
Casi por arte de magia, apareció ante nuestros dormidos ojos una gran mole iluminada en forma de T invertida. Se podía contemplar desde casi todas partes; su altura era inmensa para lo que todos estábamos acostumbrados a ver; más que un colegio parecía un gran hospital, pero no era así, ya que el verdadero hospital estaba justo antes, con su forma casi medieval por la forma de sus tejados"

miércoles, 16 de abril de 2008

Saludo

¡Qué treinta años no es nada...! (Zamora 30 de junio de 2001)


Hola "compis"
Desde este instante y en este lugar llamado blog "La Grillera" y creo que no hacen falta más palabras para explicarlo...
Quiero que sepais que estoy intentando crear un lugar donde todos volvamos a encontrarnos y ser refugio de nuestras dormidas memorias. No pretendo escarbar en viejas heridas sino todo lo contrario, buscar en nuestro interior la marca que nos identifica como grupo ULZ 66-72. Porque la amistad es sangre del alma que más que la del cuerpo une las vidas; porque mucho amé y en ese empeño sigo; porque la fidelidad es perenne sentimiento... para que estos firmes lazos nunca se rompan. A vosotros, para que este "blog" sea razón de reflexión mutua sobre tantas y tantas cosas, encuentro consigo mismo y los demás, catarsis de misteriosos arcanos y liberación de ancestrales tabúes... Con un fraternal abrazo.
Zeavran