Una treintena larga de infelices, desplazándose de un lado a otro del campo -todos a la vez, salvo el portero- con la única preocupación de no perder de vista el balón y a ser posible dar alguna patada a aquel "chupón" (quizá un tal Exoristo, o un tal De la Fuente) al que nunca podíamos quitárselo ¡maldita sea!. Y jugábamos en todas las condiciones: lloviendo, tras una helada, con viento huracanado, nevando, en campos en los que había que saltar entre gruesos cantos rodados de cuarzo, de tamaño parejo al del balón; y se jugaba en campos en pendiente, ora cuesta arriba, ora cuesta abajo, entre piedras, hormigueros, cardos y socavones, con porterías o sin ellas y lo que era más difícil, mordisqueando al mismo tiempo el bollo de pan que ocultaba, huérfanas de ánimo, dos o tres rodajas de chorizo de Pamplona ... , el más nutritivo, el más socorrido. Y jugábamos todos a la vez, todos los cursos, todas las clases.
La impresión era sobrecogedora. Y he tenido ocasión de rememorarla en una reciente visita a la ciudad de Rosario (Argentina) ya que también allí por todos los lados, entre las cloacas más infectas de las "villas miseria" aparecen decenas de semilleros de la primera industria nacional, es decir de "canchas" de fútbol en las que, una auténtica legión de adolescentes perseguían también el mismo balón que nosotros en los años sesenta. Dios,... todo tan lejos y tan cerca al tiempo.
Pero sufríamos cuando aquello daba a su fin, cuando un silbato nos llamaba a "filas" para formar antes de subir ordenadamente a las aulas para reanudar las clases ¡y yo con estos pelos! ¡Los problemas sin hacer o sin copiar! Sufríamos también cuando alguno de los compañeros con bufanda -cualquiera de nosotros- que compartía vecindad con el portero rival, recogía un balón perdido y metía un gol... ¡gilipollas! ese gol no vale,... se lo vamos a decir a Don (siempre había un Don) y probablemente nos enfadábamos todos... y para siempre, es decir, hasta el próximo recreo, con aquella energía que desbordaba por nuestros tiernos trece años. (Nota: Obviamente, yo era de 2° A)
¡Todos somos campeones...!