domingo, 20 de abril de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo II

Trabajando en el ordenador

Un día de otoño sonó el teléfono en casa, mientras trabajaba y como un autómata cogí el auricular sin ni siquiera mirar qué número había en la pequeña pantalla del Terminal Domo de Telefónica; siempre tenía la curiosidad de mirar con el rabillo del ojo el número por si acaso no me gustaba el interlocutor ignorar la llamada, sin más me dispuse a contestar.

- Dígame – dije como un androide programado para eso.

- Buenas noches. ¿Es usted don Salvador García Narváez? – se oyó al otro lado del cable telefónico, como quién busca información para ampliar una lista de posibles clientes de cualquier compañía telefónica.

- ¿Quién quiere saberlo? – contesté de forma muy indiferente.

- ¿No te acuerdas de Manolo Prieto? - dijo mi escucha sin inmutarse y tuteándome.

En mi profesión he conocido a algún que otro Manolo Prieto. Es un nombre bastante corriente. Con tantos alumnos que han pasado por mis manos, seguro que hay algún Manolo Prieto. Sin darle demasiada importancia le dejé ver que tal vez, pero que en esos instantes no me venía a la mente ninguna imagen que pudiera asociar al dichoso nombrecito.

Entonces notó mi desinterés por el tema y cambiando de estrategia; pasó directamente al ataque.

- ¿Tú has estado en la Universidad Laboral de Zamora? - me espetó.

Esas palabras fueron directas al corazón y como flechas envenenadas se clavaron tan fuertemente en él que sentí un gran escalofrío. ¡Touché! No dudé ni un segundo de que me conocía y que su llamada tenía un motivo bien claro.

- ¿Te acuerdas de un chico que le llamaban “El Zamorano”? - me dijo.

No tuvo que darme más pistas. Desde aquel instante todo volvió a tener sentido para mí.
Fue como en una película que vi hace bastante tiempo, donde a algunas personas a través de una llamada de teléfono las despertaban y empezaban a realizar las tareas para las que habían sido entrenadas en la Rusia de la guerra fría. Su memoria se activaba y ya no podían parar de hacer lo que tenían que hacer. Eran espías o terroristas preparados para sabotear objetivos americanos.

Manolo era un chico muy extrovertido, sin complejos y siempre estaba dispuesto a echar una mano a cualquier compañero que lo necesitara; de risa fácil, caía bien a todo el mundo y le gustaba contar chistes, a ser posible “verdes”. De pelo oscuro, con un flequillo redondo que le tapaba toda la frente y unas gafas grandes y oscuras. Tenía la piel entre blanca y rosa. Poco deportista, le gustaban los Beatles, como a casi todos los jóvenes de la época.

A mi también se me activó mi trozo de cerebro dormido. Todo se me agolpaba de repente y un sin fin de preguntas se me escaparon como un torbellino, sin control; quería saber tantas cosas… Ni que decir tiene que estuvimos conversando largo rato y que podíamos haber estado una eternidad.

Como dice Pavarotti, que nadie duerma en esta noche...

No hay comentarios: