martes, 15 de septiembre de 2009

Comienza el curso en el Rey Fernando

Colegio Rey Fernando

Se reparten los manuales en la ciudad vertical.
Apenas habían pasado 24 horas desde nuestra llegada y ya estábamos enfrentados a los demonios del nuevo curso revestidos de variadas formas de manual y miles de páginas que habría que ojear, e inevitablemente estudiar… Aquellos manuales áridos, como los de matemáticas, de aquella literatura imposible que siempre empezaba con un Tenemos…, continuaba con alguna X o Y perdidas entre líneas, y finalizaban con alguna fatídica pregunta encabezada por un cuál o cuánto, que conseguía amargar nuestras aburridas tardes de estudio, en las horas de Estudio, y que teníamos que resolver sin calculadora, al menos hasta que alguien nos proporcionaba la respuesta, aun a costa de abrir en nuestro ánimo una nueva duda… el cómo. Aquellos viejos manuales de Geografía del Mundo, o el inabarcable texto de Ciencias de 5º curso, todo contenido, sin concesión alguna a la distracción visual o a la indolencia mental. Y había que sabérselo todo, para citar, sin titubear, aquellas largas sagas de familias de bichos y plantas, rocas, o eras geológicas, que obligaba a largas sesiones de ejercicio de memoria sustentadas en la simple reiteración de contenidos, una y otra vez…en la clase, en el estudio, en el recreo, antes de comer, después de comer, antes de dormir, y… dormidos, que era como nos enfrentábamos al examen del imperturbable y prematuramente obeso Sr. Neira y de tantos otros.
Aquellos manuales sin forrar, sin más identidad que nuestras balbuceantes primeras firmas en la contraportada, mil veces ensayadas para afianzar en ellas nuestra estrenada personalidad, en aquellos años de adolescencia domesticada; temidos manuales que ahormaron nuestra percepción del mundo, sin referencia alguna, sin compañeros de cursos superiores, mayores, o hermanos en los que depositar nuestras dudas e incertidumbres, abriéndonos camino entre inciertos senderos, sin más horizonte y objetivo que seguir, un año más. Y aprobar para volver y cambiar de manual, de aquellos manuales que nos servían para saber…aprobar. Se acabo el verano que en nuestro caso etiquetábamos simplemente como vacaciones y comenzaba el curso para instalarnos en aquella rutina que de lunes a viernes era de estudio y que los sábados y domingos devenía en rutina de ocio, programada en los primeros años y libre pero cronometrada más tarde.
Primeras semanas de redescubrimiento, de ojear los nuevos libros, de poner nombre a aquellos cuadernos, agenda de nuestros pequeños progresos en pos del conocimiento…?, quizá de cambio de compañeros y de añoranza de aquellos que ya no volvieron, y que probablemente no hayamos vuelto a ver ni veamos jamás. Compañeros de paso, ahora sombras en los pliegues de la memoria, compañeros. Aliados en aquellas batallas que entablamos para conquistar la última página de cada manual, de aquellos viejos manuales, tomos correlativos en la enciclopedia de nuestras vidas.

Valladolid en septiembre 2009
Basilio

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