En otro orden de cosas hay que apuntar que algunos de aquellos curas eran virtuosos del balón. Me viene a la memoria uno concretamente, muy joven él, que creo llegó a ser tutor de nuestro curso, (vaya memorión el mío), que con la pelota parecía querer hacer sombra al mismísimo Amancio. Le veo con la sotana remangada driblando a unos y otros en aquellos campos informes en los que correteábamos los cortos recreos y que fueron responsable de no pocos esguinces y de heridas sin cuento. ¡Tenía madera aquel curilla!
La famosa instantánea de Ramón Masats titulada Seminaristas Jugando al Futbol tantas veces como la contemplo me retrotrae al viejo recuerdo de nuestros salesianos con las sotanas subidas, triscando por aquellos campos terribles de guijarros de punta y porterías metálicas, eso sí, reglamentarias.
Lo más importante que aquellos salesianos consiguieron, en lo que a mi me toca y por lo que siempre estaré agradecido, fue el afianzamiento de mi Fe en Dios y en el amor hacia Nuestra Madre del Cielo. Aquellas misas diarias y el olor a incienso de las adoraciones al Santísimo en el recogimiento del Tantum Ergo y el Pange Lingua junto al rezo sabatino del rosario y a los ejercicios espirituales han marcado mi vida para bien habiéndome ayudado mucho en los momentos duros que, sin remisión, sencillamente por el hecho de vivir, todos hemos tenido y tendremos que encarar. Confío haber sabido transmitir ese legado de consuelo y esperanza a mis hijas en estos tiempos en los que, al menos hasta ahora, han sido más fáciles en lo material pero mucho más complicados en lo tocante a las cosas del espíritu.
En cuanto al claustro de profesores, el de Historia, D. Humberto, ha tenido, tiene y tendrá siempre en mí un vivo recuerdo. Por él hoy soy lo que soy. Gracias a él y a su manera de transmitir sus conocimientos de historia, henchidos de pasión y profundidad, soy anticuario. Como se disfrutaba en sus clases. Que dibujos esplendidos realizados con tizas de colores en aquellos enormes encerados para hacernos aun más fácil la comprensión del clasicismo antiguo, del renacimiento, el románico, el gótico, etc. ¡Que gran profesor! Desde que salí de Zamora nunca más he vuelto a saber nada de él pero mi conciencia me pide hacer público este reconocimiento y así lo hago ahora a sabiendas de que quizás ya no pueda llegarle.
José A. Cámara (IV)
La famosa instantánea de Ramón Masats titulada Seminaristas Jugando al Futbol tantas veces como la contemplo me retrotrae al viejo recuerdo de nuestros salesianos con las sotanas subidas, triscando por aquellos campos terribles de guijarros de punta y porterías metálicas, eso sí, reglamentarias.
Lo más importante que aquellos salesianos consiguieron, en lo que a mi me toca y por lo que siempre estaré agradecido, fue el afianzamiento de mi Fe en Dios y en el amor hacia Nuestra Madre del Cielo. Aquellas misas diarias y el olor a incienso de las adoraciones al Santísimo en el recogimiento del Tantum Ergo y el Pange Lingua junto al rezo sabatino del rosario y a los ejercicios espirituales han marcado mi vida para bien habiéndome ayudado mucho en los momentos duros que, sin remisión, sencillamente por el hecho de vivir, todos hemos tenido y tendremos que encarar. Confío haber sabido transmitir ese legado de consuelo y esperanza a mis hijas en estos tiempos en los que, al menos hasta ahora, han sido más fáciles en lo material pero mucho más complicados en lo tocante a las cosas del espíritu.
En cuanto al claustro de profesores, el de Historia, D. Humberto, ha tenido, tiene y tendrá siempre en mí un vivo recuerdo. Por él hoy soy lo que soy. Gracias a él y a su manera de transmitir sus conocimientos de historia, henchidos de pasión y profundidad, soy anticuario. Como se disfrutaba en sus clases. Que dibujos esplendidos realizados con tizas de colores en aquellos enormes encerados para hacernos aun más fácil la comprensión del clasicismo antiguo, del renacimiento, el románico, el gótico, etc. ¡Que gran profesor! Desde que salí de Zamora nunca más he vuelto a saber nada de él pero mi conciencia me pide hacer público este reconocimiento y así lo hago ahora a sabiendas de que quizás ya no pueda llegarle.
José A. Cámara (IV)
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