domingo, 12 de abril de 2009

Y Sevilla en primavera, se viste de costalera... (final)

Santísimo Cristo de la Expiración (El Cachorro)
En el oscuro escenario de la noche callada, se oye un rasgado sonido, que todo lo rompe, que nos hace sentir un profundo escalofrío, que nos saca de nuestro encanto y nos transporta a lo inmediato.
¡Vamos mi alma! ¡Un poquito más!
El límite entre lo posible y lo imposible se está traspasando, ya no hay duda. Dios tiene que estar presente, algo sobrenatural nos cubre y da alas a esos pies anónimos, que como uno solo, pasito a pasito, van llevando en volandas sobre su cerviz a los corazones de la gente.
¡Al cielo con Ella! ¡Al cielo con El!
Otra vez el milagro. ¡No puede ser! Se oyen susurros incrédulos que no se lo creen, y, no saben que Sevilla es mágica y que mil corazones encogidos levantan al unísono una plegaria silente que llega hasta Nuestra Madre María y entonces, Ella nos acoge en su regazo , nos acuna y nos da un empujoncito cariñoso para que no nos falten las fuerzas y nos embalamos y pasa que, eufóricos, nos entregamos con más fuerza y nos lanzamos a la vorágine popular y se arrancan las manos en un aplauso y un éxtasis se apodera de la bulla y todo se vuelven expresiones de admiración y…
¡Poco a poco! ¡Menos paso quiero! ¡Bueno!
Y se atoran los sentidos y se embriagan de azahar y de incienso, de melodías divinas… Y avanza el paso con temblorosas luces, como flotando sobre la multitud y llega el obstáculo, la estrechez, la revuelta y se hace un expectante silencio y todos nos volvemos porque no queremos perder detalle de la habilidad del capataz y costaleros y cuando más absorto estás, más ensimismado con la belleza del espectáculo se oye un oración que te sacude el alma. Y miras a lo alto y ves en cualquier balcón al saetero rezando a voz en grito, desgranando sus plegarias y no piensas en lo simple del acto porque una saeta no se escucha con la razón, sino con los cinco sentidos o mejor dicho, con los sentidos del alma.

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