Otra experiencia dolorosa que me marcó fue en 5º curso. Dábamos como idioma francés. Después de las vacaciones de verano, nos reencontramos de nuevo en el colegio; todos volvíamos con nuevas esperanzas y expectativas. Después de la famosa y temida “reválida” de 4º las bajas entre los compañeros serían muchas y todos volvíamos con la incertidumbre de no saber quiénes se habrían quedado en el intento. Nos encontraríamos más de una sorpresa, y como siempre, las sorpresas pueden ser buenas y deseadas o muy malas y despreciadas. Era una incógnita para todos; algunos viejos y queridos compañeros ya no estaban; se habían quedado en el camino. Otros eran nuevos, caras nuevas, miradas nuevas, costumbres nuevas… lo nuevo siempre te pone en guardia.
Empezó el curso y como se dice popularmente, “cada mochuelo a su olivo”; nos distribuyeron en las distintas clases según materias y optativas y a trabajar el día a día.
Como ya he dicho anteriormente yo estaba en la clase de francés y conmigo mi buen amigo José María Sánchez; Él era salmantino, de Galinduste, pecoso y un maravilloso pelo rizado; por necesidad o por capricho, durante el pasado verano había estado en Francia, en la región de Alsace, trabajando y de camino aprendiendo el idioma de los nativos. Esa experiencia la supo explotar bien en clase de francés; lógicamente era el número uno y eso se lo agradecía la profesora Dª Elvira. Todos queríamos estar a su lado en clase para hacer los ejercicios y recibir alguna que otra ayuda en los exámenes. Total, se convirtió en el compañero deseado.
Continuará...
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