Misa diaria y obligatoria, bien temprano, antes del desayuno. Los cursos, en la capilla, ocupaban los bancos según iban bajando de los dormitorios; pues bien, una mañana al finalizar el acto religioso me di cuenta que Andrés estaba sentado detrás de mi y al salir de la capilla nos saludamos y como dos amigos, dos niños inocentes, nos abrazamos y como un acto reflejo nos echamos el brazo por encima de los hombros y así salimos al pasillo que conducía a las escaleras para ir al comedor; tan contentos íbamos por nuestro encuentro que ignoramos a Don Félix en medio del pasillo, controlando la subida al comedor; por supuesto nos llamó al orden y con un gesto nos indicó que nos separáramos; Andrés, rápidamente dejó caer su brazo, pero yo seguí y me encogí de hombros. Aquel gesto fue mi perdición...
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