domingo, 2 de noviembre de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo XXI

Sin saber cómo me vi empotrado contra la pared del pasillo; cuando reaccioné, ya había recibido dos o tres bofetadas y sólo podía ver delante de mí la falda de una sotana que terminaba en unos negros zapatos. Desde ese momento supe que la vida en el internado sería difícil si te salías de lo establecido.

La reprimenda fue terrible; el “führer” me mandó a su despacho y una vez allí siguió ensañándose conmigo poniéndome las cosas claras de quien llevaba “la campanilla”. Ese día me quedé sin desayunar y estrené el famoso talonario con diez puntos menos; todo para hacerme comprender que de la casa de Dios hay que salir respetuosamente.

Años después aprendí que Dios es AMOR y que aquel dios que nos quisieron mostrar no existe más que en la mente represora y vulgar de un hombre altivo, prepotente y amargado.

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