Quizá necesitábamos caminar solos y nos estorbaba la memoria de aquella inevitable dependencia del colegio (que era amargura en la superficie, pero también dolorosa dependencia en el fondo, en el recuerdo). Y creo que todo aquello nos endureció; quizá nos ha permitido valorar años más tarde la extrema fragilidad de la vida, lo efímero de la memoria cercana y el enorme valor de la memoria lejana. Es probable que no nos podamos ver todos -la vida nos ha por mil caminos- y que los que se puedan reencontrar se lleven grandes sorpresas: no va a ser nada fácil ¡ha pasado tanto tiempo!, demasiado tiempo para que ahora, treinta años después encontremos elementos comunes en nuestras vidas. Porque ya es in1posible volver al pasado, pero en cambio espero -esperamos todos- con mal disimulada inquietud poder ver todavía nuestro pasado, apartando la herrumbre del recuerdo, estirando alguna que otra arruga y cubriendo las mil y una "entradas" o las estrenadas calvicies con que vamos a regalarnos como huella del tiempo que se nos fue de entre las manos. Valladolid 20, Junio, 2001
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