
- Soy don Félix, vuestro “Consejero”- dijo con voz firme y seria.
La “x” de Félix se me clavó en el tímpano y todavía me parece estar oyéndola. Su acento era como aquellos de los presentadores de la televisión, demasiado fino para unos niños llegados del sur. Desde ese preciso momento me di cuenta que mi aventura como becario no se podía detener, ya no volvería a corretear por mis “campos” andaluces llenos de luz y sonidos salvajes, primitivos… Empezó dándonos las instrucciones necesarias para enviarnos a cada uno a nuestro destino según el curso al que estábamos matriculados y por orden alfabético. Me consolé pensando que por lo menos no sería de los últimos y me pondría a salvo de aquel horrible frío.
- García Narváez, Salvador – dijo, como quien está leyendo la lista de desaparecidos en un accidente o catástrofe natural.
- Servidor – grité con la voz temblorosa por el frío.
- Planta 8ª, habitación 18 – continuó leyendo.
Como un autómata empecé a moverme y a seguir los mismos pasos que habían tomado mis predecesores. Subí las escaleras y un golpe de aire caliente me abofeteó la cara; ¡dentro había calefacción! Nada más entrar vi frente a mí el primer tramo de escalera y a la derecha de ésta, dos hermosos ascensores. En ese momento sentí alivio, pero por poco tiempo; otro “hermano” vestido con sotana nos indicaba el camino a seguir, que no era otro que las escaleras. Había que subir ocho plantas a pie ligeramente cargados como mulas y después de un largo viaje. Así lo hicimos y como una carrera de obstáculos iba encontrando a los más débiles, a los que habían empezado antes y sus fuerzas flaqueaban más que las mías. Cada piso subido era un punto más a nuestra conquista; nos íbamos dando ánimos los unos a los otros y a veces nos parábamos a charlar y a hacer cualquier comentario que nos sirviera para solidarizarnos con los más débiles, otras veces nos ayudábamos unos a otros con las maletas, que si bien pesaban poco, era más el cansancio que la fuerza.
Primera grabación en 1969
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