viernes, 19 de junio de 2009

Excrusión primaveral (y final)

Fermoselle (Zamora)

El tiempo pasaba y no parecía que la dirección que marcaba nuestro cura y su brújula nos condujera a parte alguna. El cansancio y la sed se convirtieron en nuestros compañeros de marcha (estamos en la parte dramática) y el desánimo ante la, a todas luces, incompetencia del guía cundió entre nosotros al darnos cuenta que nos encontrábamos más perdidos que Pulgarcito. Era urgente localizar un manantial o un pequeño regato donde, al menos, aplacar la sed. ¡Ah, pero donde...!

He de confesar que, personalmente, el miedo me carcomía. Me imaginaba pasando la noche en mitad de ninguna parte, rodeado de culebras folladoras, recibiendo la visita del oso mariposo que, haciendo honor a su nombre y a su sesgo sexual, nos pondría a todos mirando al peñón., después de devorar al cura y de hacerse una pulsera con la dichosa brújula.

Por acabar la narración os diré que nada de eso pasó. Al final y con la ayuda de los tres o cuatro rosarios que seguramente el acojonado cura fue desgranando en silencio mientras deambulábamos, localizamos un regatillo de agua que bastó para hacernos calmar aquella sed de camello que llevábamos sin cuestionarnos en ningún momento si aquella acción traería como consecuencia el contraer una buena cingarriana o algo peor.

La tarde acabó a eso de las 6 encontrando, digo yo que por casualidad, el camino de vuelta hacia el lugar donde había comenzado la aventura por la mañana. Nuestra condición y aspecto era tan deplorable que a muchos nos hizo, descalzos, entrar en el curso del Tormes para refrescarnos y asearnos en un acto irreflexivo e irresponsable que, con total seguridad, trajo alguna mala consecuencia contaminante aguas abajo. ¡Pero aquellos eran otros tiempos...!
Continuará...

José A. Cámara

No hay comentarios: