lunes, 15 de junio de 2009

Excrusión primaveral (1ª parte)

Excursión a Fermoselle

No recuerdo si el pasaje que voy a relatar sucedió en 3º o 4º, de cualquier modo este es un dato que para el caso no importa demasiado por su irrelevancia. ¿Que mas da el momento si todos eran terriblemente iguales? El caso es que un buen día de primavera que, por cierto, empezó lluvioso los curas habían organizado un viajecillo excursionante a los alrededores de Fermoselle. Concretamente íbamos a un paraje que se me antojó al llegar precioso por el que transcurría el curso alto del río Tormes que fluía henchido de agua y orgulloso de fuerza entre grandes piedras graníticas que adornaban su cauce, flanqueado por lomas y montes cubiertos de abundante vegetación.

Al salir de la Uni se nos había pertrechado con el avituallamiento habitual para ese tipo de actividades. En una bolsa de papel llevábamos un par de bocadillos, uno de aquella tortilla de patata de sospechoso color verdoso y otro de fiambre, no importa qué. Para beber dos botellas de Fanta, limón y naranja, y quizás una Coca-Cola; esto último lo tengo más en la nebulosa. Describo con minuciosidad el capítulo bebida pues resultó decisivo en el devenir de los acontecimientos.

Subimos a los autocares y tras unas dos horas de viaje por aquellas carreteras magníficamente estrechas, llegamos al lugar descrito en el primer párrafo parando en un ancho claro a la izquierda de la vía. Rápidamente, después de tomar contacto con el lugar, nos organizaron por grupos que, como siempre tutelados por el curita correspondiente, nos pusieron en movimiento comenzando a triscar, tipo cabra, aquellos montes en los que, con la jara ya florecida, las rosas silvestres granadas y los hierbajos de todo tipo y condición con buena altura, olía a gloria. El día había abierto y un sol potente asomándose entre las rotas nubes envolvía el ambiente que resultaba tremendamente bochornoso.

Continuará...


José A. Cámara

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