miércoles, 11 de febrero de 2009

Había una vez un zorro... (2ª parte)

Bien sabéis todos que sobre las 9 y pico de la noche nos avisaban para recogernos en los distintos pisos donde estaban los dormitorios. Creo recordar que en los primeros cursos, desde que pisábamos el primer peldaño de aquella gran escalera, el mutismo nos era impuesto igual que se cubre en un cementerio un sepulcro. Nadie podía comunicarse con nadie; era el instante donde se promovían las miradas furtivas, las contraseñas gestuales que, sin hablar, comunicaban más que las palabras, instituimos nuestras propias claves secretas…
Cada uno dedicado a su cuidado personal: dientes, pies, cutis (por lo del acné), arreglo de armarios… Siempre vigilante el ayo de turno, pasillo arriba, pasillo abajo, con su misal o libro de lectura obligatoria e inspeccionando de reojo a la “peña”. Aprovechábamos para hablar bajito por tandas según el lugar del pasillo donde se encontrara el guardián. Clandestinamente iban surgiendo chistes verdes, quejas por los pies pestosos, insufribles, algún pedo que otro…

Continuará...

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