domingo, 23 de noviembre de 2008

El bautismo del miedo (final)

Ahí, amigos, Don Gárrulo pisó mierd.. Cometió un error, pero no un error cualquiera, sino el error.
Diferénciese un error de “el error”, interpretado como el hecho de acometer, agredir o rechazar a uno de nosotros.
Si el blasón enarbolado era el respaldo, la ayuda y la protección, sinónimos todos ellos de una solidaridad sentida y asumida el mayor error es la provocación, porque la respuesta está garantizada. Entre nosotros, amigos y compañeros de curso, obsérvese los mayores del colegio y el ejemplo para el resto de alumnos, éramos extremadamente diligentes ante cualquier atropello a uno de los miembros, hallándonos siempre prestos a desplantes y retos. Podría decirse: actitud de defensa y ataque permanente.

Cuarta vez. “En el nombre del Padre....”. Algunos de la derecha se abstuvieron. A Don Gárrulo se le escapaba la situación de las manos. “Ud. También. Quédese después de las oraciones”.
Quinta vez. “En el nombre del Padre....”. Más silencios en el mismo sector. “A ver esos valientes. Si creen que no se debe rezar que den un paso al frente...”. Recuerdo con emoción que el primero en dar un paso al frente fue nuestro buen amigo Navas. El, convencido y convincente, dio un paso seguro y firme. Pasaron unos segundos, treinta posiblemente. Navas estaba sólo. Los demás dubitativos, entre el recelo y la lealtad, debíamos demostrar que también éramos fidedignos, así que, pese a todo, primero unos y después otros dimos el paso al frente.
La lealtad por encima del miedo.
La solidaridad por encima de la beca.
Habíamos ganado otra batalla. Una de las más importantes, aunque en su momento no lo parecía. La respuesta espontánea y responsable con uno mismo y sus creencias e ideales, independientemente del quien y el cómo, que tantas veces conviene dar para sentirse nuevamente... o como le gustaría conservarse.

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