Escrito en Barcelona el 22 de abril de 2001
El agravio a la virgen. Se acabó la virginidad…
No sería capaz encuadrarlo en un año en concreto sino es por deducción. Las imágenes que recuerdo evocan un ambiente que, aseguraría, no sobrepasábamos los catorce. Por tanto, las postrimerías del mes de mayo del año 1968 con el adviento de la novena de María Auxiliadora.
Esta localización aproximada en el tiempo nos permitirá conocer y distribuir correctamente los papeles principales de los protagonistas de la historia de aquel veinticuatro de mayo.
Amanecimos a las ocho de la mañana, como correspondía a una festividad tan pomposa. Un sol radiante y un cielo azul celeste, zamorano de propio, únicamente visible desde esos lares, anunciaban una jornada memorable. Nos ajustaríamos al programa escrito e impreso que nos habían repartido.
Chocolate deshecho y pan con mantequilla a las nueve. Se podrá repetir. Misa solemne a las diez en la Universidad Vieja Don Juan Bosco. En el coro, allá en lo alto, Miralles y yo entremezclábamos los cánticos celestiales con voces gallipavos. Después toda la mañana dedicada al deporte. Cultiva el cuerpo y aleja los malos pensamientos. Los privilegiados jugaran. Los espectadores mirarán. No se podrá formar grupitos en los alrededores. La misma consigna que en los recreos. Si no queréis jugar a fútbol paseareis sin formar grupos de más de tres. El sol de mayo es traicionero. Llegando el mediodía nos acercábamos al bar del San Fernando donde la Sra. María y su hija, una niña de nuestra edad, muy bien alimentada, coqueteaba con Enrique, mientras nos servia unas toreras picantes para los más atrevidos.
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