domingo, 14 de septiembre de 2008

¡ Aquellos 24 de mayo...! (3ª parte)

A las cinco y media la merienda. Terminada la última ceremonia nos apresurábamos a coger los bocadillos que se repartían en la puerta de la iglesia que daba al hall del colegio. Atravesábamos las cancelas del portón del patio y corriendo girábamos a la derecha hasta llegar a la puerta. Una vez entrados los primeros se abocaban sobre la barra del pequeño snack y los segundos se amontonaban sobre los anteriores hasta formar un tumulto. En una lucha despiadada, entre gritos y señas, empujones y golpes, insultos y borborigmos los más afortunados conseguían llenar el chusco con mejillones en escabeche previo pago de diez pesetas según me parece recordar. La mayor dificultad estribaba en lograr ese objetivo antes de las seis de la tarde, cuando a toque de pito y por riguroso orden entraríamos en el salón de actos o teatro desde la puerta principal.

Durante la media hora disfrutábamos del ese gran patio para pasear mientras merendábamos. Allí sobre el suelo aquella imagen gigante descansaba de las muchas y pesadas ofrendas que le habíamos hecho, de los muchos y grandes pecados cometidos por los alumnos de este colegio. Reposaba con la majestuosidad de una pintura de Velásquez o Goya, con la plenitud del color y la gracia de la expresión sin expresión. Era un todo para el crédulo y un nada para el escéptico y el impío. Así que pronto llamo la atención de algunos. Inicialmente se percataron de ese desnudo blanco de la fibra sintética que rezumaba por la parte posterior de la efigie de María Auxiliadora. Algún temerario observó que al tocarla se desprendieran bolitas blancas que se precipitaban en el suelo. ¡Milagro!. Fueron acudiendo otros curiosos que miraban, palpaban y rozaban la imagen con la esperanza de obtener una de esas pelotillas blancas. No dio tiempo a más. Sonó el silbido de entrada al cine. Y allí quedo María Auxiliadora un tanto marchita, con algún diminuto y escaso agujero en su dorso que afeaba y debilitaba la cara de la figura. Había sido víctima de unos desaprensivos muchachos entrometidos y fisgones, que mordidos por la curiosidad, descubrieron el poliuretano. Los desvergonzados no vacilaron en descubrir que esta fibra sintética esta compuesta por polímeros que se trocean dando bolitas de diferentes tamaños. Así que se arriesgaron a tocar el reverso de la imagen con sus manitas para transformar aquella fibra en bolas de diferentes tamaños.

Continuará...

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