
Un día cualquiera, en la mitad de cualquiera de los cursos, el despertar tenía algo de extraño. El timbre sonaba media hora más tarde de lo habitual, y el Lago de los Cisnes" había sido reemplazado por el "Réquiem" de Mozart; la alegría de la huerta, vamos. La rutina se despertaba con cierta parsimonia; al menos no tenemos clases -pensaríamos. Domeñada ya la conciencia con la estrategia de misa diaria, confesión a la mínima sospecha y Exposición del Santísimo semanal, nos disponíamos a pasar dos o tres días alienados por el humo de los cirios, las charlas tronantes sobre los infiernos y la piel de las chicas, el silencio, y la confirmación de que, ciertamente, éramos muy impuros, es decir que ¿estábamos en el buen camino? Al llegar a la planta de las aulas o del comedor comprobábamos que la desnudez -en qué estaríamos pensando- de las paredes se había revestido de innumerables posters, plenos de colorismo etnicista, que nos abrían la pupila a remotas aldeas africanas, a docenas de niños guatemaltecos más o menos-, a fotos de Juan Bosco rodeado de una piña de angelicales pequeños -que siempre eran niños, nunca niñas- y a Santo Domingo Sabio, probablemente levitando sobre un fondo de la ciudad de Roma o de la basílica de San Pedro.
Y empezaba otra tremebunda rutina; misa, desayuno, recreo breve, charla-1, un largo recreo en silencio, estudio-reflexión, recreo breve y comida. Tras ella, otro melancólico recreo, que como los de la mañana era sin balón ¡que horror..., un recreo sin balón!, una nueva charla-2, estudio-reflexión, misa vespertina, recreo breve, cena, oración-meditación y a la cama. Era agotador..., acababa con la conciencia de cualquiera... no había escapatoria... al segundo día en este plan, la cola de los confesionarios era kilométrica y aquellas cabinas con celosía echaban humo... y otras cosas, para qué vamos a señalar. Por último, al tercer día y a la hora de comer, cuando aquél ritual terminaba... nos podían haber reclutado para cualquier cosa: para evangelizar a todo el Tercer Mundo... hasta para ir al Vietnam si preciso foret. Pero... queridos compañeros ¡no nos engañemos!; probablemente lo más importante de todo era aquella tarde del tercer día… nos devolvían ¡por fin! el balón
Valladolid 30 de Abril 2001
Bonita canción para reflexionar sobre nuestra sociedad actual...
No hay comentarios:
Publicar un comentario