Horror. Sudores fríos, pánico en el ambiente. Se enunciaba el problema, que teníamos que copiar en un único cuaderno (el de los problemas C) y comenzaba la cuenta atrás. Tic, tac, tic, tac. Pero qué es eso... ya ha terminado Juarranz el problema... qué ven mis ojos, también De la ... horror. Y también.... Veo que ya son muchos los que han entregado. En cualquier momento se acabaría toda esperanza.... ¡YA!, no entreguen más. Se acabo, FIN. No nos había dado tiempo a hacer el problema o a copiarlo, porque de todo había. Los problemas se corregían por la vía rápida y al pie del resultado, el Bellota estampaba un garabato-firma a modo de "bien" y parte de la nota final se obtenía por la suma de "bienes" de aquél cuaderno que recogía no recuerdo con qué periodicidad -quizá al de trimestre-.
Pronto descubrimos un dato crucial. El Bellota no hacía un duplicado de la nota del cuaderno, por lo que bastaba con falsificar la firma para garantizar una buena calificación, cuando procedía a la recogida y revisión del mismo. Horas y horas de ensayo de las firmas, elaboración de moldes en cartón para imitar, con trazo firme, aquel garabato, estampación sobre goma Milán, compra-trueque de la firma a los compañeros más diestros, sustitución de las hojas del cuaderno falsificadas .... Toda una estrategia; había que hacer de todo para sobrevivir; desarrollamos todo un complejo picaresco al servicio de una de las pocas fisuras que nos dejaba la férrea disciplina y control académico en la Laboral. Porque, ciertamente, el profesor Bellota era el colmo del despiste, absorto casi siempre en la resolución de aquellos enormes polinomios de su inmenso cuaderno apaisado, que nos llevó a pensar que las matemáticas eran infinitas y que tenían que desarrollarse en cuadernos infinitos, o en pizarras sin lado derecho, en un país que era ciertamente de derechas. Y terminada la falsificación de algunos problemas -no de todos porque tampoco era cuestión de pasar del 1 al 10 sin red - comenzaba otra pesadilla infantil... ¿Colará? ¿Se dará cuenta? ¿Me estaré jugando la beca? ¿Me castigarán sin postre? ¿Cuántos puntos del talonario me costará la broma? ¿Iré a la nevera? ... sudores fríos, noches sin dormir en las frías noches de la inhóspita Zamora, incertidumbre y melancolía... para al final tomar una decisión: ¡total, me da lo mismo suspender por activa que por pasiva. Pues ¡corramos el riesgo!
Por fortuna, supongo, nuestra vida del otro lado de la ley fue muy corta; pronto abandonamos aquella aventura, que estuvo alentada sin duda por la imaginación y el convencimiento de que podíamos hacerla tan bien como el falsificador de documentos de la película La gran evasión. Quizá no compensaba tanto riesgo, especialmente porque ya se nos había formado -previa severa educación- una especie de complejo de culpa que dejaba siempre un poso de mala conciencia en todo lo que, en nuestra ingenuidad, imaginábamos era el colmo de la maldad. E imaginábamos la maldad agazapada en cada esquina de nuestras acciones; y aunque esa sospecha nos robó una parte de nuestra ingenuidad y espontaneidad infantil, siempre guardamos otra parte, otra gran parte, para compartir: vosotros conmigo y yo con vosotros.
Valladolid 1 Mayo 2001
Dedicada a todos a los que nos remuerde la conciencia
1 comentario:
Y fue precisamente el nunca bien ponderado don Claudio y sus dichosos "problemas C" los que me decidieron a hacer letras y ser hoy un triste profesor de latín. Mi aspiración frustrada es hacer Exactas. Tal vez cuando me jubile...
El Peque
Publicar un comentario