jueves, 1 de mayo de 2008

Reminiscencias del pasado. Capítulo VIII

¡Adios infancia querida...!

Yo no sé la cara que puse pero no debió ser de mucho júbilo. En ese mismo instante mi vida cambió; me acordé de mi amiga Ana cuando pasó de niña a mujer; algo parecido me debió pasar a mí porque mi infancia se perdió en ese mismo momento. El ambiente en el comedor de casa era de rabia, pero de una rabia interior ya que las caras no manifestaban más que la emoción de una buena, deseada y esperada noticia. Me iba para mejorar mi proyecto de hombre. Por dentro estaba súper cabreado. Mi padre me leyó a su manera la carta y cuando quise buscar el consuelo de mi madre y de mi abuela, me vi solo ante mi padre; ellas se refugiaron en la cocina para, tal vez, consolarse mutuamente y derramar esas lágrimas que delante de mí querían disimular para no contagiarme su tristeza y desconsuelo. Mis hermanos llegaron de sus juegos callejeros y se encontraron, sin ellos quererlo, su nido familiar lleno de tristeza y afligido por la pena del vacío que yo iba a dejar en mi partida; se miraron con el rabillo del ojo y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios y con una palmadita en el hombro, se sumaron a la aflicción que todos en nuestro interior compartíamos.

Ya no me sentía héroe de nada. Ya no sonreía, ya no visitaría más los montes, las sierras; ya no atraparía culebras; ya no cogería los nidos de las tórtolas; ya no sería nunca un bandolero, un maquis, “El Chato” que lo machacaron a tiros en “mi sierra” y lo pasearon encima de un mulo por todo el pueblo para escarmiento general.

Esa noche creo, si mal no recuerdo, que fue la primera en una inagotable lista, que me costó conciliar el sueño; un sin fin de preguntas se acumularon en mi mente y como un torbellino iban saliendo conforme los minutos se perdían en el interior de mi existencia.

¿Cómo sería mi vida lejos de mi familia? ¿Qué iba a cambiar en mí? ¿Era necesario tanto sufrimiento para alcanzar un futuro mejor? ¿Por qué estaba tan apenado si era uno de los pocos elegidos? ¿Quién querría cambiarse por mí en esos momentos?

No sé cómo, al día siguiente me vi sentado al lado de mi papá y sin muchas ganas, porque me estaban esperando para salir los amigos. Él quería contarme lo que significaba esa oportunidad que me había facilitado el destino; deseaba que no me olvidara de mi procedencia y que siempre tuviera presente mis orígenes. Quería que supiera que llegar era fácil, lo difícil era permanecer. Ser flor de un día no estaba permitido a la clase pobre, donde había que salir a por todas para mantenerse.

¿Que será de mi vida?

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