lunes, 19 de octubre de 2009

Recuerdos de las pequeñas cosas...

La estación espacial

LA TRANSICIÓN AL MUNDO EXTERIOR: UN MAR DE CANTOS RODADOS, ALFOMBRA SONORA DE LA CIUDAD VERTICAL


No era fácil en el año 1968 abandonar la ciudad vertical, aquella estación espacial anclada en aquel sobrecogedor arcilloso y parcelado mar de la serenidad que la rodeaba, salpicado de diminutos cráteres donde moraban centenares de tribus de hormigas negras de cabeza gorda encargadas de mantener el gigantesco artefacto de ladrillo anclado al suelo. Todo estaba dispuesto para maximizar la vida interior casi al modo carmelita: breves paseos espaciales estratégicamente intercalados entre largas horas, entre largos días de monótono transitar por el interior de la nave, desde las salas de adiestramiento a los camarotes, desde el reducto de las preces a las salas de recebo de aquella tropa de famélicas inquietudes y previsibles sobresaltos, relacionados casi siempre con averías del espíritu que había que reparar para evitar mayores problemas en la serena travesía de la nave hacia el futuro.

El contacto con el exterior requería del tránsito por un pequeño mar de asteroides de caprichosas formas y volúmenes, mar de cantos rodados, auténtica cámara de descompresión entre la asepsia interior de la nave y las adherencias que inevitablemente dejaba en nuestras pesadas botas espaciales de Segarra el mar de arcilla perimetral y obviamente el espacio exterior, que con el paso del tiempo iba ocupando reductos del ánimo que no se desprendían ni siquiera con el tránsito ruidoso por los cuarzos de cantos rodados, asteroides del terciario y cuaternario que orbitaban alrededor de la estación espacial-ciudad vertical en la que pasamos la adolescencia astronautas de un lado y otro del telón de acero.

Oigo el sonido de una sirena… alguien, desde las puertas de la nave da unas palmas anunciando el fin del paseo espacial. Ahora nos dirigimos pausadamente hacia el área de descompresión…rac… rac…rac…decenas de botas atraviesan el mar de cantos produciendo aquel inconfundible sonido…tránsito ineludible, tras el reconocimiento y formación, hacia las salas de adiestramiento en las que hoy, probablemente, estudiaremos las familias de vertebrados en el planeta tierra, o hacia el sector de la nave nodriza en la que nos abasteceremos para las próximas horas de rutina en la nave. En unos minutos todos los miembros de base de la confederación salesiana habrán abandonado el mar de la ruidosa tranquilidad,… el mar de cantos que rodea la estación espacial; el silencio es completo….el viento ulula entre los pliegues de la estructura…, se intuye tras los cristales de la sala de formación y nos transporta a un tiempo en que tras los cristales estábamos nosotros, viendo pasar la vida dentro del orden impuesto por la confederación salesiana.

Año 6772, 10.548 días de tránsito espacial. Sin destino revelado. Fin de la transmisión.


Octubre 2009-10-17

Basilio

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